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Febrero es así.

Tiene esa belleza asoleada que produce árboles con enormes manojos de flores amarillas, rojas, rosadas. Se doran los marañones a la luz y una piensa si solo miro la belleza, si me detengo solo a mirar el color y el reflejo del sol, es posible que pueda seguir viviendo y viviendo bien.

Pero febrero es duro, y el año pasado apenas, organizábamos un foro con Berta y ella siempre riendo por alguna cosa y preocupada por todo decía: No, compas, es que este país ya no, ya no, es increíble lo que pueden hacer estos cabrones golpistas. Y eso que no alcanzó a mirar lo que ahora miramos de estos cabrones golpistas y la enorme capacidad de destrucción que despliegan a su paso.

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Para entonces su expresión: Me van a matar, miren que se los digo desde ahorita, nos daba escalofríos y esa sensación que no alcanzaron a nombrar las palabras de que era posible, pero queríamos que no se atrevieran, pensamos que no lo harían, hacíamos lo que podíamos para que eso no pasara, y ella lo seguía anunciando. Sabía entonces que las empresas no perdonan a nadie que les eche a perder un negocio lucrativo, mucho menos a un pueblo de indígenas escasos de riqueza y llenos de rebeldía, que de remate era liderado por una mujer, una mujer indígena.

No nos perdonan, eso no lo van a perdonar, compas, decía, cuando iba creciendo el acecho judicial, la persecución, el deterioro de su nombre en las redes, en los medios de comunicación, en su entorno, en las comunidades. Puta, la llamaban, perra, asesina, corrupta, traficante de armas, bruja, mala madre. La llamaron con todas las voces que decían desde el fondo de los siglos: ¡A la hoguera, quémenla, quémenla, quemen a la bruja!

Así fue. La mataron como lo anunció, como lo denunció, como lo dijo, repetidas veces, tantas como no se pudo evitar. ¡Qué sabe el asesino de palabras! Nombró Berta a los criminales y los cómplices porque fueron muchos. Febrero fue el preludio de su muerte anunciada y de esta desolación colectiva que no nos abandona del todo, pese a la fuerza que sacamos de su pelo revuelto y su revuelto pensamiento vivo.

Hoy vuelven las flores, el sol, la belleza que cada vez cuesta más mirar a los ojos, porque duele entre la muerte tan repetitiva y porque aunque rechazamos dejar de ser así de humanas, se nos escatima la risa y el gusto simple de estar vivas.

Seguimos sin ella y recordando sus palabras, este país ya no, nos van a joder, ya van a ver. Ahora nos avisan oficialmente que tenemos, como ella, la muerte anunciada. Nos están explicando cómo podemos terminar fácilmente presas o asesinados con la legalidad de su democracia dictatorial que frente al mundo no provoca la indignación que se esperaría. Nos cuentan que uniformados y asalariados del régimen van a poder señalar a cualquier inconforme como terrorista, que tendrán permiso para matarnos y para ilustrar la sabiduría de sus reformas penales, ponen de ejemplo a las y los estudiantes, porque son el próximo tiro al blanco. Anuncian sus muertes, sus celdas.

A esta altura, sabemos tal como lo supo Berta, con certeza, que vienen tras otras y otros, y seguro serán quienes no tienen como costumbre la negociación política y la trampa. Ojalá podamos reaccionar con más astucia y no nos entreguemos fácilmente como esperan, ojalá nos cobije su valentía y alegría pura de saberse viviendo cada minuto del tiempo con esa capacidad de disfrute- “Mejor comamos ahora, no vaya a ser nos maten estos cabrones” Y lo que parecía chiste nos divertía, en ese entonces.

El escenario está puesto, con todas sus luces, nada queda en la sombra más que los sicarios y sus tiempos de alquiler. Aunque las actuaciones que ahora legalizan, son las que han ocurrido de facto, es necesario que los discursos y haceres vuelvan a pensarse, y que lo más juntas y juntos posibles nos pongamos de pie con claridad no sobre lo que nos mandan a hacer ellos, sino lo que queremos con estos días arduos que nos toca vivir y que pese a lo difícil de tal acto, los vivamos bien, con la belleza de Berta de la mano.

Melissa Cardoza, febrero 2017