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Honduras 1997 – en ese entonces una estatua de mármol de Colón fue derribada

El 12 de octubre de 1997, unas 150 personas de la región fronteriza de Honduras con El Salvador partieron hacia la capital Tegucigalpa. Los viajeros vienen de la provincia montañosa de Intibucá. Casi todos ellos son lencas, uno de los pueblos indígenas del país centroamericano de Honduras, y están organizados en la organización COPINH, el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras. El 12 de octubre es un día festivo en casi todos los países de América Latina, conocido popularmente como el Día de Colón. El lenguaje oficial habla del Día de la Raza. Para algunos, este día es un recordatorio de la herencia cultural española, para otros simboliza el comienzo de una brutal y asesina conquista del continente. Cientos de miles de los diversos pueblos indígenas del continente han sido asesinados en las incursiones más brutales y la riqueza del continente ha sido enviada a Europa. Así que en este día festivo, el 12 de octubre de 1997, los Lencas partieron hacia la capital. Ellos llaman a su viaje: Peregrinación por la paz y el progreso, por la democratización y la desmilitarización de la sociedad. Su destino en la capital: el monumento de mármol de Cristóbal Colón frente al edificio del parlamento. Allí sacan la estatua blanca de Cristóbal Colón de su pedestal y vierten pintura roja sobre ella como signo de la sangre que se ha derramado desde entonces.

Catalina Hernández, ahora de 52 años, era una de ellas. Pertenece al grupo indígena lenca y fue cofundadora de la organización COPINH. Hernández creció en Colomoncagua en el departamento de Intibucá, justo en la frontera con El Salvador. Un lugar donde se instaló un campamento del ACNUR para refugiados salvadoreños durante la guerra civil de El Salvador, que duró hasta 1992. La región fronteriza fue militarizada y Catalina Hernández recuerda haber vivido la represión y el acoso de los militares hondureños muchas veces cuando era joven. Al igual que todos los grupos de población indígena del país, las lencas se encontraban entre los más pobres de los pobres, sin representación política, a menudo privados de sus derechos. Tras el fin de la guerra civil salvadoreña, se produjo una deforestación extrema en Intibucá y los lencas temían que en algún momento sus bosques desaparecieran y con ellos su agua. Hernández recuerda que se organizaron contra esto en su momento, y esta lucha contra la tala ilegal dio lugar a la organización COPINH, cuya cofundadora más famosa, Berta Cáceres, fue asesinada por sicarios en marzo de 2016.

En 1997, después de unos pocos años de trabajo organizado con COPINH, decidieron hacer la acción contra la estatua de Colón. Fue una idea especial, importante, dice hoy Catalina Hernández, porque “de hacernos sentir, de hacernos escuchar como pueblo indígena que somos nosotros con un pueblo Lenca”.

Hernández recuerda lo sorprendidos que estaban los habitantes de la capital cuando hicieron su primera peregrinación a la capital con COPINH. “Porque ellos tenían en la mente de que al ir los indios que así se nos decían a nosotros a bien vienen los indios pensaban como que hasta que no éramos ni personas, como que bueno nos iban a ver como una persona pero desnudo con taparrabo, con flecha, todo eso. Nos trató mal. Nos trataban de indios chucos, indios puercos, nos miraban con desprecio.”

Ni siquiera los políticos se habrían dado cuenta de las Lencas, Hernández aún hoy está indignada mirando hacia atrás, pero ciertamente mirando hacia el presente. En ese momento, esta ignorancia los llevó a planear una acción espectacular, para que a nosotros nos escucharan y que se dieran cuenta que existíamos como pueblo Lenca también acá. Y que nos tenían que escuchar. Derrocar a Colón tenía una lógica clara para ella. “Lo consideramos como un saqueador, como un ladrón, que nos vinieron a saquear con los españoles la riqueza que nosotros teníamos en nuestro territorio. Y entonces nosotros lo miramos que no era importante tener esa cosa allí, pues. Eso tenerlo allí no mirábamos lógico.”

Unirse entonces no fue una hazaña pequeña. Sabían que habría consecuencias para todos los involucrados, que la policía y los militares los atacarían con gases lacrimógenos y porras. Pero a Catalina Hernández no le importaba.

Se habían preparado para esto, dice con voz tranquila. Los líderes fueron arrestados y el resto fueron golpeados. Ese sigue siendo el caso hoy en día. “Nosotros como COPINH estamos acostumbrado que cualquier acción que damos nos van a reprimir. Pero también sabemos nosotros que aquí en nuestro país una cosa nunca lo hemos logrado porque el Gobierno se he interesado por dar algo a nosotros, por ayudarnos a solucionar nuestros problemas. Jamás! Nosotros toda la lucha que tenemos de 27 años y lo que hemos logrado hasta este día, todo ha sido a través de la presión. Y todo ha sido de la fuerza y por las luchas en la calle que hemos realizado. Porque hemos hecho tantas cosas que todo lo hemos sido logrando pero por la lucha en la calle.

El hecho de que hoy, 23 años después, en muchos lugares del mundo, los monumentos sean derribados o cuestionados por personas que han construido su éxito sobre el racismo, la explotación, la opresión, sobre eso se sienta llena de orgullo.

Publicado en Julio 2020 en Poonal/Alemania, autora Erika Harzer

AQUÍ el articulo original en alemán