Son muchas las activistas que en estos momentos –da igual cuándo leas esto– están poniendo el cuerpo y arriesgando el pellejo en su lucha contra la precariedad generalizada para cimentar las bases de lo que Judith Butler denomina «un mundo sostenido y sostenible»[1], un mundo diverso donde quepan muchos mundos.
A raíz del asesinato de Berta Cáceres hace 2 años, en el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras se empezó a hablar de “feminicidio político”. El asesinato de Marielle Franco el pasado 14 de marzo de 2018 en Río de Janeiro y el de otras tantas activistas y defensoras de derechos humanos obliga a reflexionar sobre la necesidad de situar este concepto en la agenda mediática y en la calle porque a las mujeres no solamente nos asesinan por razón de género, sino para acallar las voces de aquellas disidentes con el poder que luchan por los derechos humanos en todo el mundo
