JORNADA TRAS JORNADA
Porque tenemos suerte, hasta hoy, cada día vuelve la vida desde ese lugar misterioso adonde se va cuando vamos a dormir, tiempo en que descansan los músculos y los pesares. Cada día, antes que el sol, miles de mujeres en el campo de Honduras se levantan y se disponen a encender el fuego, un acto tan poderoso y tan corriente, para calentar agua para el café.
Al igual que ellas, los hombres campesinos buscan sus instrumentos de labranzas, descuelgan el sombrero del clavito y llenan las botellas de agua para el camino a los trabajaderos que cada día quedan más lejos. Los cipotes duermen o se desperezan viendo las formas que lanza el fuego en los techos, o asombrándose de la rapidez de una araña que come moscas.
Hombres y mujeres campesinos desde el quicio de la puerta, o desde el ojo de la ventana, café humeante en mano, miran al cielo y calculan la geometría del día, los caprichos del agua o la longitud de los cuchillos del sol y toman sus precauciones.
Eso pasa jornada tras jornada.
Y así, van creciendo las niñas y los elotes, florecen los tercos palos cortados para el cerco en su empeño por no dejarse morir, y llega un invierno tras otro. La vida de la gente del campo sucede así. Y así también tiene días distintos con celebraciones, con duelos, con eventos que interrumpen esta cotidianidad.
Como para un 20 de julio, que dejan encargadas las gallinas, el frijol por arrancar, las flores por regar y desde las montañas de Intibucá, Lempira y La Paz bajan caminando, la mayor parte del tiempo, y en ariscos camiones que se deslizan por los caminos y van a la ciudad, porque se sienten convocados a recordar a Lempira, el cacique, el rebelde, el que volaba sobre los cerros. No se sabe si padre, si abuelo, si hermano, pero alguien cerca de la sangre, alguien indio como ellos y como ellas.
19 de julio
“Quien iba a pensar, quien iba a pensar que por una miada lo iban a apresar”
El compañero no aguantaba la necesidad de sacar el agua de la vejiga, Allá en su comunidad eso se hace en cualquier parte, mientras uno tenga su privacidad. Pues bueno, lo más cercano fue el torreón del edificio de la policía. Ay!. Detenido el hombre por faltas a la moral. Liberado por intervención de uno que tiene más argumentos. Querían sacar 400 lempiras de multa.
Cada actividad realizada por el COPINH conlleva la sospecha y acción inmediata de los policías, los mismos que regularmente se aburren soberanamente en el parque, en las calles, en los comedores. Pero cuando la movilización se anuncia, se lustran los zapatos, ensayan sus gestos marciales y entran en acción. Suben a los transportes y preguntan quién es del COPINH, los copines y las copinas miran disimuladamente por la ventana y esconden los morralitos. “Secuestren al que va manchando la pared” dice el subcomisionado que va a mi lado en la marcha. “Secuéstrenlo y échenlo al carro” Secuestrar ahora es un verbo legítimo de la policía hondureña.
Esa misma noche, sobre el torreón que aún tenía olor a la urea del compañero detenido, una pinta a la carrera decía:
Fuera golpistas
Por la noche de ese 19 de julio se da la bienvenida a las y los participantes indígenas de pueblos lencas, garífunas, pech, miskitos y tolupanes. Miran el documental Morazanistas, una trilogía realizada por José Gayá, testigo presente de la resistencia ante el golpe y del abuso sostenido de los golpistas y sus instrumentos de represión. Es tarde, pero la mayoría de la gente, acostumbrada a dormir poco después de la oración, se mantiene alerta. Las que vivimos en el centro del país, pensamos que todo el mundo en Honduras sabe lo que pasó, pero eso no es cierto, eso sólo cabe en la mentalidad citadina. El cerco mediático fue efectivo, la sorpresa frente a la brutalidad impacta en las personas que ven por primera vez el despliegue de indignación y de brutalidad de meses de lucha.
Jueputa, se escucha muchas veces, unas para celebrar un acto de movilización, otra para maldecir el furor de los chafas sobre los cuerpos de compañeros.
Hay lágrimas de nuevo, revivir la muerte, la pérdida, la humillación y el delirio de la fuerza colectiva vuelve a doler, a emocionar.
Se acaba la noche, la gente marcha a dormir a los albergues colectivos, impresionada por las imágenes, asustados los niños y las niñas que son llevados casi a rastras por las madres. “Compañeros y compañeras, mañana temprano a desayunar porque tenemos la Marcha Lempira Vive. Buenas noches, que descansen.”
20 de julio
Un historiador hondureño un pésimo día, no recuerdo ni cuando, dijo que en realidad Lempira no existió, que fue un invento. El pueblo lenca sabe quién era y cómo. Sabe de sus habilidades para desaparecer y volar. De cómo tuvieron que engañarlo los invasores para deshacerse de su cuerpo, pero nunca de su rebeldía. De la fuerza indomable de su espíritu que sobrevive. Quiénes somos: Sangre de Lempira En la radio La Voz Lenca no se puede respirar, hay mucha gente alrededor de un grupo de música, un grupo que compone sus canciones para luchar contra terratenientes y madereros. Desde este espacio se llama a la rebelión, a la insurrección del pueblo de Lempira. Se leen proclamas, se mandan saludos y recados para los que no pudieron venir. Aquí llegan los visitantes de distintos lugares del país. Se escuchan cohetes de vara y el sonido ya toca música de lucha, comienza la marcha. Se suman los y las estudiantes, también lencas, con sus ruidosas bandas. Los colores se imponen en la imagen: las ropas coloridas tan preferidas por las mujeres indígenas, las banderolas, aún frescas de pintura, los uniformes de jóvenes y las pancartas: No a la minería. Lempira vive. Exigimos la universidad popular. La constituyente viene y nadie la detiene. Si la mujer no está, la constituyente no va. Fuera gringos de latinoamericana. Alto a la guerra imperialista. Que viva la resistencia popular.
El recorrido es largo, se van incorporando personas y al final se calcula entre mil quinientos y dos mil marchistas. Eso en las calles lunares de La Esperanza es un cachimbazo de gente. La simpatía se desborda en el mercado, los golpistas dueños de negocios se guardan tras las puertas. La marcha se detiene en tres plantones, en uno de ellos se canta el himno nacional en lenca, grata sorpresa para quienes pensamos que ya no existe el lenca hablado. Y ahí se hace una representación de la ceremonia del guancasco. Los niños y niñas de la escuela donde se hace el plantón ríen con el baile y entienden que el 20 de julio no es un día para hacer la coronación de la india bonita, costumbre colonialista que pervive en las escuelas hondureñas. Se dan cuenta claramente que los indios y las indias, como ellos, van por la calle, están en el mercado y en las mesas de sus casas, y si no en las mesas, seguro en las cocinas; que no necesitan disfraces, ni maquillaje.
Otro plantón se hace enfrente de la policía. Ahí se pone en sonido, en la misma puerta de entrada. Ahí se leen proclamas, se hacen discursos y se dice: soldado, soldado tenés dos caminos, o luchás con el pueblo o te hacés asesino. Los policías del primer piso se ven nerviosos y arriba el mero jefe saca su celular para tomar video de la marcha, a él lo filmamos también. Se emprende la música de la resistencia y se sigue el camino.
En el ministerio público Bertha toma la palabra y hace un discurso en el cual denuncia la lentitud y desgano por parte de los y las fiscales y autoridades para hacer justicia en múltiples casos de violencia contra las mujeres, archivos que duermen en los escritorios, se refiere particularmente al hostigamiento sexual denunciado en la escuela normal de occidente y que los ni colegios magisteriales ni ministerios públicos sancionan. Ella recuerda que la lucha por la refundación de Honduras no es posible ni pensarse sin la justicia hacia las mujeres.
Llegamos después de tres horas y media al gimnasio de la escuela normal de occidente, espacio que ha sido un lugar de encuentro para los pueblos indígenas, espacio enorme que contiene a 900 personas que finalmente llegan a una asamblea de pueblos indígenas y negros. Se hace interminable la fila para la comida y sin mediar siesta vamos al trabajo en grupos.
Cómo es el país en donde vivimos. Cómo queremos que sea esta Honduras. Cómo vamos a lograr que eso se haga realidad. Se insiste en que las mujeres participen, algunas sí lo hacen pero la mayoría callan, bajan la mirada y tienen que alimentar a los niños pequeños que tienen en brazos. ¿Cómo refundaremos la maternidad y la paternidad? Si no cambiamos la división sexual del trabajo, la responsabilidad sobre estos seres humanos pequeños, no podremos cambiar de fondo esta matria nuestra.
Se trabaja por tres horas y se cierra el evento con el saludo de representantes de pueblos que hablan en su lengua indígena y nos traducen al castellano colonialista. Ahí también toman la palabra representantes de otros movimientos. Y Susan Arteaga, actriz y declamadora, conmueve al público con unos maravillosos textos poéticos que nos hablan al oído con las voces de escritores y escritoras que han dejado sus palabras para todos los tiempos.
Por la noche una delegación de Artistas en Resistencia muestra el documental de Katia Lara: Quién dijo Miedo. Nuevamente la admiración y el estupor ante las imágenes. El tiempo transcurre y la gente aunque cansada, llega hasta el final mirando rostros de gente que no conoce pero sabe hondureña y por tanto cercana.
Apenas recogemos las sillas y los equipos y una tormenta copiosa rompe en el cielo de La Esperanza. Refresca la noche y dormimos.
21 de julio
Temprano la ritualidad indígena y negra nos recuerda que la espiritualidad no se apresa en las paredes de las iglesias o en la verborrea de ministros inmaculados. Que vive en los elementos que hacen posible la vida y el cuerpo; la alegría y la muerte, acunada en el canto y la palabra de una mujer pequeña o el sonido del agua. La ceremonia de los cuatro puntos cardinales donde se combinan las visiones de mundos de los pueblos indígenas y negros que resisten al olvido institucionalizado de religiones monoteístas que son tan funcionales al mercado y sus lógicas amansadoras.
Hoy es el día en que representantes de comunidades se han quedado para discutir y proponer. Son más de noventa personas. Se organiza un trabajo sencillo y profundo. Cuáles son las problemáticas de sus pueblos indígenas. Qué vamos a proponer en este proceso fundacional.
La primera parte lleva mucho tiempo, el necesario para que cada quién tome la palabra y cuente. Los pueblos indígenas saben lo que vale la palabra, sobre todo la palabra con intención y con verdad, dicha con el cuerpo y la mirada; no la que miente y oculta, la cobarde. Conocen la potencia de decir y de narrar para comunicar, para humanizar la humanidad. Así describen sus realidades y luchas, tan similares. Megaproyectos que aniquilan la vida; persecución, cárcel y muerte para quienes luchan; dirigencias vendidas; despojo y engaño de los políticos y las empresas; resistencia y convicción en el camino de la vida que han elegido; racismo, marginación, miseria y explotación. Se canta en las lenguas que sobreviven y se celebran las diferencias para comer, para entender, para organizarse.
Salvador hace un análisis histórico y emotivo sobre lo que significa el capitalismo y porqué los pueblos indígenas y negros son una reserva ética y de esperanza para el mundo.
Llegan compañeros del Movimiento por la dignidad y la justicia, hacen una historia sobre los golpes de estado y las constituyentes, y en carrera veloz les caen una pregunta tras otra, una gran cantidad de dudas se acumulan. Víctor y Omar, usando más la malicia que información jurídica, logran traducir sus reflexiones y conocimientos, y escuchan las intervenciones y experiencias de los pueblos, aprendiendo. No podemos sentarnos ocho millones de personas a debatir, necesitamos representantes. ¿Ah no? ¿Por qué no? ¿Y si ya no queremos representantes?
El ejercicio del intercambio academia y conocimiento popular es tan elocuente que conmueve. No hay duda que un momento histórico excepcional se vive en este país. Sólo quién no lo quiere tomar así, no lo hace.
Es tarde por la noche y hay cansancio. Pero llegamos a las once con propuestas para la constituyente, propuestas por discutir, por pensar mejor. Los pueblos indígenas y negros quieren lo que todo el mundo: justicia, educación, salud, amor, comida y paz; pero no lo quieren de la misma manera.
Hay que refundar el corazón, dice Asunción, el poeta indígena de Santa Elena. Y eso llama la atención de otras poetas presentes.
Nos convocamos al Encuentro Nacional Constituyente de Pueblos Indígenas y Negros: La gente que venimos de la tierra. Será en octubre, en algún lugar del territorio garífuna.
Así, jornada tras jornada se acaban estos días. Así, con el gential de gente hablando, intercambiando, marchando y cantando se continúa el largo camino de la refundación de Honduras, una oportunidad increíble para cada persona y para este y otros pueblos.
En estos tiempos de guerra anunciada por todo el planeta tenemos la posibilidad humana de refundar el corazón, la vida, la matria.
Ahora.
Quién no lo entiende, que se joda, que se repita o que se vaya a la mierda.
melissa cardoza
la esperanza, 25 de julio 2010